El libro Never Let Me Go de Kazuo Ishiguro fue uno que escogí por su corta y enigmática descripción que me capturó desde el primer momento. El libro comienza con la narración de Kathy, una cuidadora de donadores de órganos que nos relata su vida mientras maneja por los campos de Inglaterra. Por medio de cortos recuerdos a lo largo de su relato, Kathy nos comienza a pintar la imagen de su vida.

Kathy comienza por su infancia. Creció en Hailsham, un internado de Inglaterra, junto a Tommy y Ruth, sus amigos más cercanos, pasando por los típicos desacuerdos de niños y formando lazos de amistad. Sin embargo, rápidamente se puede comenzar a percibir que hay algo extraño en la infancia de Kathy, como la falta de mención de padres, que nadie tiene sus propias pertenencias o que parecen estar aislados completamente de la sociedad; también la extraña importancia que se le da al arte que realizan, pues las mejores obras son elegidas para ir a la exposición de Madame, una misteriosa señora que los visita y pareciera tener una fobia hacia los niños del internado.

Definitivamente cuando se comienza a leer el libro se tienen demasiadas dudas que parecen no ser resueltas, más bien solo nacen nuevas. No es hasta que Kathy llega a los 13 años y su relato se vuelve más estable que se puede comprender más de quién es. Cuando los niños del internado llegan a la pubertad, se les revela algo que nos ayuda a juntar las piezas del rompecabezas; ninguno de ellos puede tener hijos. No tienen ningún problema genético o algo parecido; al contrario, su infertilidad es primordial para sus vidas.

Conforme la conciencia de Kathy va creciendo con ella, el lector va descubriendo más sobre las vitales diferencias entre los estudiantes de Hailsham con el resto de la sociedad. Ningún estudiante de Hailsham fue traído a este mundo por coincidencia, ninguno vivirá después de los 30 y todos comparten el mismo destino: ser donadores de órganos. Se les remarca constantemente la vitalidad de sus existencias para el mundo y cómo sus destinos son nobles; sin embargo, nunca se les termina de tratar como humanos con conciencias y sentimientos iguales. Kathy, y los estudiantes de Hailsham son clones que fueron traídos al mundo para ser explotados y dejar morir una vez hayan cumplido su «destino»: ser donadores de órganos.

Lo desgarrador de este libro no es enterarse de la realidad de Kathy, lo desgarrador para mí fue la tranquilidad con la que la misma Kathy lo acepta. Kathy hace unos escasos intentos antes del final del libro de posponer su hora de comenzar sus donaciones y las de Tommy, pero son en vano. Ambos se rinden. Leer la vida de Kathy y crecer con ella para llegar a un final tan desolado causa una sensación de impotencia inmensa. Se quisiera poder gritar por sus destinos, alegar contra la sociedad que nunca terminó de creerlos humanos suficientes para poder llevar una vida larga y digna. Gritarle al mundo que todo lo que han vivido y amado estos personajes es más que prueba suficiente que son igual de humanos que uno, pero no se puede. No se puede hacer nada por el destino de Kathy.

Este es un libro escrito de la manera más brillante posible que te hace encariñarte de sus personajes hasta el último momento, aunque se sepa que no se puede hacer nada por ellos. Me hizo cuestionarme hasta qué limites la humanidad es capaz de llegar desde su egoísmo por salvarse a sí misma y qué tanto podemos deshumanizar a alguien solo por ciertas diferencias (mucho, si nos guiamos por la historia, como en el holocausto o la esclavitud). Never Let Me Go me impactó a gran escala y se convirtió en un libro que considero que todos los seres humanos deberían leer.

La imagen de la portada fue generada por IA a través de Midjourney.