No me terminaba de creer que me voy a graduar. No me lo quería creer, era como que estaba en negación. Tuve mi primer último día y no caía en cuenta. La gente me preguntaba incontables veces cuándo era mi último día, pero yo solo respondía «6 de octubre» sin ponerle mucho pensamiento. Como ese dicho «out of sight out of mind».

Nunca se puede ignorar la realidad por tanto tiempo. Caía en cuenta de mi graduación cuando tacharon el día 10 de la manta. Diez días. Diez miserables días. Los puedo contar con la mano. Diez. ya no un mes, ya no un año, ya no dos años. Diez días. Sentí como que por fin alcé la vista hacia ese reloj que tanto me esforcé por ignorar y solo tenía diez granos de arena. Diez días. Es una nada. Diez días.

Nunca me ha gustado crecer. Tengo la mala maña de pensar que todos los momentos buenos que he vivido nunca se repetirán y, por muy estúpido que sea, una parte de mi teme que nunca vuelva a vivir momentos igual de buenos en otra ocasión. Es cuestión de que soy una pesimista. Pienso que si me rompo el corazón con anticipación dolerá menos, que si me hago sufrir yo por mi cuenta el mundo no podrá hacerlo.

Mi teoría nunca se ha demostrado exitosa, pero también soy terriblemente necia. Y es que crecer me rompe el corazón más que nada y nadie. Me lo hace añicos.  Destroza mi corazón en pedazos, lo pisotea, lo insulta, se burla cruelmente de él. Crecer me persigue, me atormenta, envenena mis sueños con imágenes de mi niñez como un cruel chiste que dice «nunca volverás a esto».

Me lleva a lugares que nunca podré regresar, porque podré volver a mi vieja casa, pero nunca volveré a tener once con mis amigas quedándose a dormir mientras vemos 10 Things I Hate About You o doce viendo el final de Gravity Falls con mi hermano. Nunca podré volver a la vieja casa de mi abuela, cuando mi abuelo me gritaba que viera los dos lados de la calle antes de cruzar.

Nunca podré volver a este colegio. Eso no es cierto. Si podré volver, pero nunca volveré acá teniendo seis y pisando mi clase de kinder, o a mi clase de tercero cuando conocí a quienes llamó mejores amigas. Nunca podré volver a esa clase donde tuve la primera plática que eventualmente llevó a mi primer beso, nunca podré volver a todas esas clases perdidas, donde honestamente no aprendí nada. Solo me reí. Creo que eso siempre me parecía importar más. Nunca podré volver acá siendo quien una vez fui.

Todas esas versiones de mí, esos espacios en el tiempo, la gente que ocupó un lugar en ellos han muerto. El tiempo se ha encargado de desalojarlos. Crecer me rompe en mil pedazos, porque es aceptar que todas las versiones de mí han muerto y nunca podré volver a ellas. Nunca podré volver a esas edades que ya pasé, a esos momentos que me hicieron quien soy ahora.

Esto de crecer, como ya dije, no se me da bien. Mi historial no es perfecto, he cometido tantos errores, pero al final del día no cambiaría nada. No me arrepiento de nada. Solo de que me quedan diez días. Y que tal vez debería de haber prestado atención antes. No estoy segura si aprecio todo con la profundidad que se merece. Espero que sí. Porque esto de seguir creciendo no para. Aunque lo odie.

La imagen de la portada fue diseñada con IA a través de Canva.

Autora:

Elizabeth Magaña

¡Hola! Mi nombre es Elizabeth y soy una estudiante de Tercero Básico. Me ha interesado la literatura desde los ocho años cuando leí Harry Potter. Me gusta la música, escribir y leer. Considero la literatura una manera de expresar lo que sentimos y cómo vemos al mundo. Este es un espacio donde hablaré del último tema que logró captar mi atención, desde música, libros, películas o experiencias. Y diré la manera en que me han afectado.

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