Una de las leyendas más conocidas de la antigua Grecia es la de la caja de Pandora. La historia cuenta que un titán llamado Prometeo robó el fuego de los dioses y se lo regaló a los humanos. Al enterarse de esto, Zeus se puso furioso y decidió castigar al titán por no haber pedido permiso antes de tomar el fuego, y a los humanos por haber aceptado el obsequio. Entonces, ordenó a Hefesto que creara una mujer a quien nombraron Pandora. Pandora fue bendecida con diversos dones, pero sobre todo resaltaba su insaciable curiosidad. Antes de que Pandora fuera llevada a la Tierra, Zeus le dio una opulenta pero misteriosa caja y le dijo que no debía abrirla bajo ninguna circunstancia.

Al llegar a la Tierra, Pandora conoció a Epimeteo, el hermano de Prometeo, con quien poco después se casó. A pesar de que Pandora estaba viviendo una vida feliz, no podía sacarse la misteriosa caja de la cabeza, hasta que un día la curiosidad fue demasiada y decidió abrirla. Lo que Pandora no sabía es que esto tendría consecuencias catastróficas, ya que la caja contenía todos los males del mundo y, al abrir su contenedor, los había liberado.

Desde luego que esta historia es solo una leyenda y los eventos que narra son completamente ficticios, pero aun así todos hemos visto o incluso vivido momentos en los cuales la curiosidad tuvo consecuencias graves para nosotros y los que nos rodean. Por ello es normal preguntarse que, si la curiosidad tiene tantos riesgos, ¿por qué los humanos somos tan curiosos?

William James definió la curiosidad como «el impulso hacia una mejor cognición». En otras palabras, la curiosidad es ese deseo vehemente de comprender mejor nuestro entorno que los humanos tenemos por naturaleza. Muchos científicos piensan que la curiosidad es un mecanismo de supervivencia. Grandes avances que van desde el desarrollo de la agricultura hasta la creación de distintas tecnologías han sido atribuidos a ese sentido del «querer saber» inherente al ser humano. Además, la curiosidad es esencial en nuestras primeras etapas: se cree que es lo que impulsa a los bebés a aprender distintas destrezas importantes como hablar y leer.

Por ende, también podemos considerar la curiosidad como un fomentador de cambio; el motor que mueve a la humanidad hacia el progreso. Algunos de estos cambios pueden ser dañinos, pero tomar este riesgo es la única forma de desarrollarnos como especie.

Regresando brevemente a la leyenda al principio del artículo, Pandora no solo liberó adversidades al abrir la caja. Entre lo malo se escondía una de las virtudes más importantes que tenemos los seres humanos: la esperanza. Es por ello que debemos celebrar la curiosidad y nunca perder la esperanza de un mejor futuro.

Imagen tomada de: https://digitalcollections.nypl.org/items/510d47e4-0f1d-a3d9-e040-e00a18064a99

Autor

Sebastián Bermúdez

¡Hola! Me llamo Sebastián Bermúdez. Nací el 29 de noviembre de 2006 en Guatemala. Desde que tengo memoria, me han apasionado distintas ramas de la ciencia, en especial la química y la astronomía. Además, me encantan los trabajos de investigación, ya que son una excelente oportunidad para adquirir conocimiento sobre diversos temas. Esta es la principal razón por la cual decidí unirme al e-capirucho. Entre mis pasatiempos favoritos están la lectura, el dibujo, tocar piano y pasar tiempo con mi familia y amigos.

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