Las rosas de mi habitación han muerto. Puedo sentir su aroma a putrefacción emanar a lo lejos. Bajan su bello rostro y dan señales de que los días han cambiado. Que mi corazón está mudo y seco. Que ese calor se ha extinguido con el paso de los días ordinarios en que tú no escuchas mi voz. Que de pronto he perdido mi habilidad de amarte. Ya no puedo sentirlo, acariciarlo. Me he quedado huérfana y camino extraviada por las calles desiertas en donde solía ser tan feliz. En donde era suficiente el amor para seguir viviendo. Pero el amor parece haber muerto con tus pasos lejanos. Con esa benigna ironía de la vida que nos separa. Y no existe razón para ello. No existe razón por la cual mi corazón ha dejado de latir al escuchar tu voz, ¿acaso el amor nunca es suficiente? ¿Es este el final? ¿Debo empacar mis cosas e irme para siempre? ¿Antes de que para ti no sea nueva ni especial? ¿Antes de que desaparezca ese brillo de tus ojos? ¿Antes de que el amor se vuelva un simple rito ordinario?

Ya no hay nada aquí. Me aterra ese mundanal ciclo donde la lluvia desvanezca de nuestros cuerpos los estragos de ese secreto compartido bajo las sábanas. En donde al tocarnos, no seamos más que polvo, cenizas. Y la vida nos estruje y nos vea arder, que el silencio nos consuma hasta los huesos.

¿Qué queda cuando el amor se va? Cuando sentimos el frívolo vacío de nuestras almas soltarse, sin un adiós, sin un beso de despedida.

Amor mío, ¿por qué no puedo sentirte más? ¿Por qué deseo que te vayas y me dejes morir con tus rosas? Dime, ¿por qué deseo perderme y sentir mi cuerpo desvanecer? ¿Si este mundo resulta tan frío sin ti? ¿Por qué la muerte viene a seducirme con sus falsas promesas?

No puedo continuar viviendo en un eterno limbo entre la vida y la muerte. En donde deseo que me olvides y me aterra que me abandones. En donde juego a ser dios, poniéndoles fin a las cosas del azar. Y huyo de ti, de mi felicidad. Lo cierto es, amor mío, que me acobarda la muerte, el desenlace de nuestra existencia. La pérdida absoluta de los días en donde nuestros cuerpos entretejidos, descansaban incorruptibles. Me atemoriza la naturaleza cíclica de este mundo, en donde todo llega a su fin, en donde vivimos y morimos.

Imagen tomada de: https://deadlyart.tumblr.com/post/44190320038

Autora

Sabrina Cabrera

Mi nombre es Sabrina Cabrera. Desde pequeña he vivido ensimismada en los textos de algún libro, absorta en el estudio de sus distintas peculiaridades. Para mí, estos han sido como una especie vestíbulo anómalo donde puedo escuchar la voz entrecortada de personajes, donde el paisaje obtiene cualidades mágicas y cada sensación resulta insólita, donde mis recuerdos se entrelazan de manera bizarra con múltiples historias, panoramas, personajes… Deseo entregarles las llaves de este vestíbulo que en ocasiones parece oculto y monótono, pero que ─una vez descubierto─ resulta repleto de fragmentos ilustres y eternos.

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