Querido diario:

El pasado fin de semana nos fuimos a San Luis, una finca cerca de Escuintla. Es un sitio familiar al cual no iba desde hace bastante tiempo. Fue una nueva aventura que ahora voy a relatar.

Mis primos me invitaron a última hora para ir a pasar el día ¡obviamente no les iba a decir que no! Salimos a las 7:30 de la mañana para aprovechar el tiempo lo mejor posible. Llegamos tempranito a la casa principal: esta es bastante grande, tiene un largo corredor, perfecto para patinar o para aprender a ir en bicicleta, (¡te lo digo con conocimiento de causa!)

Siempre que vamos, seguimos la misma rutina: montamos a caballo y luego nos metemos a la piscina. Yo estaba muy emocionada, ya que me gusta montar y hacía años que no tenía la oportunidad. Los caballos me fascinan, están en mi lista de animales favoritos desde que era pequeña.

Empezamos la cabalgata. Mi primo montaba a Tragabalas (el nombre lo dice todo), mientras que a mí me tocó el caballo más haragán: Marinero, un equino joven y necio. Todos iban al frente y yo hasta atrás. Por más que le insistiera al animal y le pegara con los talones, no caminaba, ni siquiera cuando los otros caballos trotaban, que es cuando normalmente por imitación van más rápido. Si teníamos que cruzar algún río o algo así, a mi caballo le daba miedo, no quería avanzar. Fue todo un dolor de cabeza. Al igual que cuando me fui al canopy, también ahora veía cómo todos se alejaban, y yo, desilusionada, hasta atrás, sabía que nunca iba a lograr alcanzarlos.

Se suponía que teníamos que ir a unas aguas naturales, donde nos podíamos bañar, pero resulta que el río que teníamos que atravesar estaba muy crecido, entonces mejor decidimos dejarlo para noviembre, que es una época cuando llueve menos. Como en la finca tienen cañaverales, el paseo se convirtió en ir a comer caña de azúcar. Tuvimos que pasar por lindos y distintos paisajes. Desde una de las colinas, se podían ver los volcanes. También tratamos de deducir en qué dirección se encontraban ciertas ubicaciones, como el mar, que no queda tan lejos. Después de todo esto, llegamos a la siembra, y, con un machete, nos cortaron nuestra caña. ¡Qué rico! Se siente como comer un apio dulce, ya que la caña tiene la forma de un apio gigante, pero más duro. Lo que sí, es que te quedan enmieladas las manos, es incómodo. Nos tuvimos que bajar para desaguarnos en un arroyo.

Proseguimos con el recorrido y mi pobre caballo seguía sin avanzar a la velocidad de los demás, pero ni modo, qué se le podía hacer. Me decían que me podían dar un chicote, pero les dije que no, pobrecito. Ya para lo último, hacía un calor infernal, ya que en Escuintla la temperatura es más alta que aquí en la ciudad: el sol estaba que ardía. Con este calor nos daban todavía más ganas de meternos a la piscina. Nos cambiamos y nos dimos un chapuzón. Con ese clima, el temple del agua es ideal: te refrescas, pero no te congelas. ¡La pasamos muy bien! No había visto a mis primos desde hacía ya un buen rato, así que nos pusimos al tanto. También practiqué natación, pero lo malo de esta piscina es que deja las calzonetas verdes, y este día no fue excepción. Ahora tendré que comprar una nueva.

Estuvo muy alegre esta salida, me hacía falta. He ido a la Antigua un par de veces, pero nunca con tanta compañía. Creo que cuanta más gente, más divertido. Ojalá podamos ir a las aguas naturales pronto. Sería un buen tema para otro artículo, ¿no?

Autora

Mari Vittorietti

¡Hola! Soy Mari Vittorietti, alumna de Segundo Básico. Desde pequeña me fascina todo lo artístico, especialmente actuar, porque puedo expresarme sin miedo, puedo ser yo misma. También me gusta experimentar y aprender cosas nuevas, porque logro salir de mi zona de confort y me topo con un mundo que desconozco. Le escribo a mi diario sobre mis experiencias, las que pienso que sean interesantes y divertidas, y… las comparto con ustedes. ¡Espero que disfruten los artículos que el e-capirucho tiene preparados para ustedes con mucho esfuerzo y dedicación!

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