Todos los días, los humanos crecemos, mental y físicamente, lo cual no es que esté mal, pues es parte de la vida. Honestamente, me deprime el hecho de pensar que yo también estoy creciendo, cuando veo a amigos de mi familia me dicen «wow, qué grande estás».
Estamos en un momento de nuestra vida en que paramos de dejarle leche y galletas a Santa, el ratón de los dientes no tiene sentido porque ya se cayeron todos los dientes, el conejo de Pascua también deja de venir porque somos «muy grandes» para esas cosas. Quisiera poder escalar árboles y pedir ayuda porque me quedé atrapada. Quisiera poder seguir rogándoles a mis papás para que me dejen ir al parque todos los días. Quisiera que el hecho de no poder pronunciar bien una palabra fuera algo lindo. Quisiera no estar tan enfocada ni en mi altura ni en mi peso. Quisiera no sentir el no pertenezco por ser yo.
¿Por qué no escuchamos a nuestros papás cuando nos dijeron que estábamos creciendo tan rápido? Las cosas jamás volverán a ser como cuando tenía cinco años, a esa edad no me preocupaba de nada, todo era jugar.
Hace unos días, me hicieron darme cuenta de algo. Mi tío me dijo «cuando era joven, esperaba demasiado por el mañana, por ejemplo, hoy estoy aquí, mañana me voy a Antigua, después me voy a ir al puerto. Hoy estoy esperando con ansias que sea mañana para irme a Antigua, mañana estaré esperando para irme a la playa, pero no, eso está mal, no estoy disfrutando el hoy». Desde el momento en que me dijo eso, me cambió la vida.
Me di cuenta de que no estaba disfrutando el presente y me preocupaba demasiado por el pasado o por el futuro. Por eso, estoy tratando de hacer un cambio para disfrutar el hoy. La vida se nos va en un aplauso, así que hay que pasarla bien, comer rico, no pelear con los demás, amar; vivir cada día como si fuera el último, porque nunca sabemos cuándo será el último día.
El tiempo es como un río. No se puede tocar dos veces la misma agua, porque el caudal que ha pasado nunca volverá a pasar. Disfruta cada momento de la vida.