Durante la cuarentena muchos de nosotros hemos caído en una rutina repetitiva donde nos levantamos, comemos, tomamos clases, comemos, quizás hacemos ejercicio, comemos, nos preparamos para la cama, dormimos y se repite nuevamente. Yo estaba decidida a que una vez terminara la cuarentena, les diría a todos que ese fue un tiempo muy productivo y que no caería en la rutina que todos cayeron. Pero ¿adivinen qué? Caí. Es un poco difícil evitar caer en esa rutina cuando es básicamente lo que necesitamos para seguir adelante con nuestras vidas. Y lo que debemos hacer para el colegio y para la casa, no nos permite hacer muchas cosas nuevas.
Le platiqué sobre esto a mi hermano que ya se graduó del colegio y está a la universidad. Normalmente no le contaría algo así, pero veía que mi hermano estaba teniendo la cuarentena de su vida. Aprendió a cocinar, pintar, bailar y hasta estaba aprendiendo un idioma nuevo. No entendía cómo un estudiante universitario podría conseguir tanto tiempo para hacer todo eso. Me dijo que el problema que muchos de nosotros tenemos es que cuando terminamos de hacer algo, especialmente cuando se trata del trabajo y de la educación, solemos básicamente rendirnos e irnos a acostar a ver televisión o a dormir porque esa es la imagen que hemos tenido sobre descansar y relajarse, pero no nos ponemos a hacer otras cosas. Me impresionó mucho lo que dijo, porque nunca lo había pensado. Realmente sí tengo tiempo, solo que no lo aprovecho como debo.
El primer día de cambiar mi rutina fue al finalizar con las tareas y me puse a bailar en Just Dance. Puede que no sea gran cosa, pero por lo menos estaba utilizando mi cuerpo en lugar de estar sentada o acostada. Cuando terminé, busqué en línea cómo hacer refacciones deliciosas, y me reté a mí misma escogiendo recetas complicadas, para aprender un poco más de la cocina.
El segundo día, nuevamente después de finalizar todo, busqué tutoriales para hacer manualidades y obras artísticas. Quería despertar el artista que llevaba dentro. Terminé utilizando las técnicas de Bob Ross, que son muy buenas y entretenidas. Cuando terminé, decidí que también me tomaría la libertad de practicar maquillarme. Ya era buena para el maquillaje, pero nunca había hecho algo retador. Entonces probé un tutorial de James Charles. Quedé impresionada por mis habilidades.
El tercer día, decidí que sería un día de lectura, pero no quería hacerlo en el mismo ambiente donde estaba siempre. Ya estaba aburrida de ver las mismas cuatro paredes, entonces agarré un mantel, me preparé unos snacks como de los que había aprendido antes, agua y me dirigí al parque que se encuentra en el condominio de mi casa. Leer de esa forma fue mucho más reconfortante y relajador. Ya me gustaba leer, pero encontré una forma en la que me guste mucho más.
Fue así como cambié mi rutina. Ahora trato de hacer algo diferente cada día. Ya no debemos excusarnos diciendo que no hay tiempo, porque muchas veces lo hay, solo hay que saber aprovecharlo. El simple hecho de estar en la oficina leyendo un poema cada mañana puede hacer la diferencia. ¿Qué te impide cambiar tu rutina?
Autora
María José Quezada
¡Hola! Mi nombre es Majo Quezada y disfruto leer y escribir. Para mí, leer es cuando puedo liberarme, imaginar y expresar lo que siento. A menudo imagino que estoy en la época medieval. Es por eso que mucho de lo que escribo es sobre personajes fantásticos como héroes y princesas; sin embargo, también me gusta estar al tanto de lo que pasa en el mundo actual. Me gusta pensar que soy una persona un poco anticuada, pero moderna a la vez. Disfruto de casi todos los géneros de música, bailar, salir a fiestas y cosas normales que hacen los adolescentes. Imaginar para mí es un medio para organizar mis pensamientos y seguir adelante con la vida. Como Walt Disney dijo: «Cuando creas en una cosa, cree en ella todo el tiempo, de manera implícita e incuestionable».