En este espacio, María José nos irá contando historias que le han contado a ella. Así que estas historias que leerás no son sus anécdotas, ella solo les dará forma a las historias de los demás.

Ya sabemos que muchos están llegando a la edad en que se les permite conducir, ¿verdad? Algunos empiezan a aprender a manejar apenas cuando tienen 13 años, otros hasta que ya están en la U, pero esta es la historia de una chica cuya experiencia obteniendo su licencia, fue algo… cómica:

Mi papá me contaba todo el tiempo sobre cómo él aprendió a manejar solo cuando tenía 15 años. Me decía y recordaba todo el tiempo que agarraba el carro de su papá, mi abuelo, para salir a manejar. Se chocó unas cuantas veces. Luego mi abuelo se enteró de lo que hacía, pero en lugar de regañarlo, mejor le dio unos consejos sobre qué hacer y qué no hacer. Mi mamá también me contaba historias muy interesantes sobre lo que le pasaba mientras aprendía a manejar. Ella no aprendió a manejar hasta que tenía 22 años. Quien le enseñó fue precisamente mi abuelo, pero no el papá de mi mamá, sino que el mismo hombre que le dio consejos a mi papá sobre cómo manejar adecuadamente. Escuchar tantas historias desde pequeña, pues claro, me hizo querer meterme al carro, tomar el timón, verme en los retrovisores así de una forma «cool» como lo hacían en las películas e irme a manejar junto con mis amigas en el carro.

Finalmente llegó el día en que mi papá me enseñaría a manejar. Sabía todo lo técnico, pues mi tío, que es mecánico me enseño, pero la práctica fue aún mejor de lo que me pude imaginar. A pesar de sentir la adrenalina en mis venas, mi papá no paraba de repetir una y otra vez «¡Más lento!», «Recuerda poner el pide vías», «Mira el retrovisor» y otra vez «¡Más lento!». A pesar de que parecía que iba a dos kilómetros por hora. Debo admitir, no fue tan emocionante como pensé, pero aun así la pasé muy bien y pienso que lo hice excelente.

Le dije a mi mamá que quería que esta vez me llevara ella, porque mi papá solo era quejas y quejas y quejas. Aceptó y fue una experiencia tan distinta. Mi mamá y yo somos lo que podrían decir adictas a la adrenalina, por lo que nos gusta la velocidad y la diversión. Hasta me enseñó a parquearme de inmediato. Todo eso me hizo pensar que era una conductora de primera.

Mis papás querían que practicara antes de ir a examinarme, pues querían que estuviera preparada. Por ello, me recomendaban llevarme el carro al gimnasio cercano todos los días, así aprendía a manejar sola y a parquearme sola. Mi prima llegó un día y me preguntó si la podía llevar a un lugar cerca. Yo accedí y la llevé. Admitiré que se asustó un poco la velocidad a la que iba, pero ¡ey! iba a la velocidad máxima después de todo. Me llamó la peor conductora, pero yo la ignoré. Mientras me daba direcciones, me guio a un callejón sin salida y donde el camino era muy estrecho como para darle la vuelta al carro, sin mencionar ¡que era una bajada! No sabía qué hacer, pero decidí, ir de retroceso hasta llegar a un lugar donde pudiera dar la vuelta, algo difícil para alguien que solo había hecho retroceso por una corta distancia. Fue una experiencia horripilante. Tenía miedo de que algo le pasara al carro, pero afortunadamente lo logré con éxito.

¿Pensaron que la historia se llama «Licencia para la peor conductora» porque manejo mal? No, yo sé que soy buena, pero los demás piensan que soy muy muy mala. Pero, en fin, no se puede cambiar lo que los demás piensen de mí. Obtuve mi licencia con éxito y creo que mi familia piensa que soy chofer ahora. Para cualquiera que esté sacando su licencia, un pequeño consejo: practiquen, es la mejor forma de ser los mejores conductores.

Autora

María José Quezada

¡Hola! Mi nombre es Majo Quezada y disfruto leer y escribir. Para mí, leer es cuando puedo liberarme, imaginar y expresar lo que siento. A menudo imagino que estoy en la época medieval. Es por eso que mucho de lo que escribo es sobre personajes fantásticos como héroes y princesas; sin embargo, también me gusta estar al tanto de lo que pasa en el mundo actual. Me gusta pensar que soy una persona un poco anticuada, pero moderna a la vez. Disfruto de casi todos los géneros de música, bailar, salir a fiestas y cosas normales que hacen los adolescentes. Imaginar para mí es un medio para organizar mis pensamientos y seguir adelante con la vida. Como Walt Disney dijo: «Cuando creas en una cosa, cree en ella todo el tiempo, de manera implícita e incuestionable».

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