Marco Augusto Quiroa (1937-2004) fue un pintor, escultor y escritor de Suchitepéquez. Se caracterizó por retratar la cotidianidad de los chapines en sus obras, esto a través de su ingenio y sensibilidad. Hace algunos días, tuve el placer de leer su cuento titulado «La tarde del viernes» y quedé impresionado por su habilidad para jugar con el cerebro del lector. Por ello, «La tarde del viernes» es un gran cuento que por medio de distintas capas logra plantear una historia intrigante e intensa en la cual residen lecciones importantes sobre la realidad de Guatemala.
«La tarde del viernes» retrata la batalla incesante entre la ética y los intereses. En su base, es un cuento misterioso que, en sí, hace alusión a las mentiras que surgen consecuencia de la búsqueda de beneficios meramente personales. Además, la naturaleza del texto cuestiona lo que significa la ética: ¿acaso esta recae en la decisión personal, es decir, lo que es mejor para nosotros o, en cambio, juzga nuestras acciones? Esto se consigue con los personajes, los cuales son bastante complejos y son vistos a través de un narrador que limita la información que conoce el lector y permite que este simpatice y/o justifique las acciones que cometen.
Entiendo que de cierta forma se capta la idea que quiero plasmar, pero para comprender el párrafo anterior y la grandeza del cuento, debemos analizar las diferencias antes mencionadas. Primero que todo, Quiroa nos presenta a Carlos, un adulto que aparentemente se encuentra casado, pero mantiene un interés amoroso en secreto con Carmen. Mientras avanzamos con la historia, conocemos que esta infidelidad lo ha llevado a planear el asesinato de su esposa, con tal de escapar con su amante. Y entonces surge una cuestión importante, ¿acaso Carlos es un mentiroso despiadado o es una persona correcta? A simple vista, esta pregunta parece tener una respuesta clara, pero al considerar lo planteado con anterioridad relacionado a los intereses y la ética, recae en la opinión personal. En mi caso, considero que Carlos es un mentiroso despiadado, ya que el fin (en este cuento, la satisfacción personal) no justifica los medios.
Como mencioné anteriormente, los personajes de «La tarde del viernes» son bastante complejos y esto se atribuye al aspecto psicológico presente en cada uno de ellos. La psicología juega un gran papel a la hora de explicar sus comportamientos. Como yo lo entiendo, Carlos es una víctima del estado denigrante de la sociedad, y su esposa es víctima de la ignorancia que deriva de ello. Estas situaciones los lleva a actuar de cierta forma: en el caso de Carlos, una persona meticulosa e impaciente. Por el otro lado, su esposa es precipitada y hasta cierto punto paranoica, lo cual la hace tomar una llamada emitida por Carmen que prácticamente sella su ataúd. No sé por qué pero esto me recuerda a un tal Heisenberg y Skyler en Breaking Bad…
En conclusión, «La tarde del viernes» es un texto que desafía al lector a reflexionar sobre su realidad. De esta forma, el autor es capaz de plantar una semilla de cambio en cada ciudadano que lo lee, ya que el conocimiento equivale a desarrollo. Es por ello que después de leerlo, puedo afirmar con seguridad que «La tarde del viernes» es la obra maestra de Marco Augusto Quiroa.