¿Recuerdan cuando lograron ir en bici sin sus rueditas? Seguramente estaban aterrados, aterrados de perder ese respaldo que los llevaba, que les daba seguridad y control. Al mismo tiempo, seguramente estaban emocionadísimos, emocionados por dar ese gran paso, de sentirse como niños grandes y así poder presumir que ya andaban sin rueditas.
Pero, ¿cómo aprendimos a manejar sin rueditas? No fue de un momento a otro, no fue como si un día agarraron su bici y ya no tenía esas rueditas de atrás. Fue un proceso con varios pasos, un proceso que muchas veces no vemos y cuando sentimos ya estamos en el último paso. El primer paso fue andar en triciclo, después en bicicleta y ya, como último paso, lograron manejar sin rueditas. Seguramente iban acompañados por sus papás en la parte de atrás de su bicicleta, agarrándolos de la espalda y diciéndoles «No te voy a soltar, tranquila», hasta que voltearon a ver y sus papás ya los habían soltado. Ahora iban solos, con una voz en el fondo de la cabeza que les decía que se iban a caer.
Algo similar me pasa a mí con crecer. La idea de crecer me resulta tanto emocionante como aterradora. Una parte de mí está emocionada por poder ser 100% independiente, por poder decir todo yo misma, por poder comer helado de desayuno y papas fritas de cena. Pero, ¿qué pasa si esto me hace mal?, ¿si me enfermo y paso tres días en la cama porque no supe elegir bien?
Crecer significa perder ese respaldo que nos daban las rueditas y aprender a vivir sin ese consuelo que otras personas nos dan, la mayoría del tiempo nuestros papás. Ya no habrá quién nos corrija, quién nos ponga reglas o castigos, quién nos dé moralejas de tres horas. Y, por más emocionante que esto se escuche, también me da miedo, ¿cómo voy a saber si estoy haciendo las cosas mal si nadie me lo dice?, ¿cómo voy a decidir desayunar fruta si nadie me regaña por comer helado?
La única respuesta que se me ocurre para estas preguntas es que al final logré ir sin rueditas, aunque esa voz en mi cabeza me decía que me iba a caer, lo logré, y sí, seguramente me caí muchas veces, pero me levanté y no me pasó mayor cosa. Esa voz y ese miedo a crecer es parte del proceso, los regaños son parte del proceso, las preguntas son parte del proceso, la mezcla entre emoción y miedo que tengo es parte de crecer. Algún día, nuestros papás nos dejarán ir por completo, pero cuando crezcamos y veamos para atrás tendremos que estar orgullosos del camino que dejamos. Valoremos el proceso y cada uno de sus pasos pues, en un abrir y cerrar de ojos, manejaremos sin rueditas.
Foto de portada de Pavel Danilyuk: https://www.pexels.com/es-es/foto/hombre-gente-calle-camino-8763205/
Autora
Valerié Alvarez
¡Hola, mi nombre es Valerie! Soy una niña creativa, me gusta escribir, pintar y cocinar. Mis amigas me describen como bondadosa y cariñosa. Me gusta ver el lado positivo de las cosas y tratar de contagiar mi alegría. ¡Espero que lo que escribo te guste!