Todos pasamos por esa etapa en que nuestra vida era perfecta, nuestras prioridades eran jugar muñecas, jugar carritos, pintar, dibujar, jugar de mamá y papá, jugar cocinita, etc… Llorábamos y hacíamos berrinche cuando llegaba la hora de dormir porque queríamos seguir jugando. Nuestro miedo y temor más grande eran los ladrones o si alguien o algo malo entraba a nuestra casa o a nuestro mundo. Pero, ¿y si eso malo entró en nosotros a lo largo de crecer?
La vida se nos va de las manos sin pensar en todos los cambios en nosotros y en nuestro entorno. ¿En qué momento pasamos de ser bebés a niños y de niños a
adolescentes?, ¿en qué momento decidimos regalar todas nuestras muñecas?, ¿en qué momento dejamos de emocionarnos por ir a los juegos? Pero, sobre todo, ¿en qué momento esa bombilla se enciende en nosotros? Considero que a lo largo de nuestra infancia vamos tomando conciencia y dándonos cuenta de cosas que no eran importantes en nuestra vida antes. Los juguetes pasan a ser algo insignificante para nosotros y los problemas pasan a ser lo que nos nubla la mente. Esa bomba de conciencia llega a nosotros, empezamos a tener nuevos pensamientos, motivaciones, prioridades, miedos, sentimientos, ideas, etc… Toda nuestra mentalidad empieza a crearse, armarse y a desarrollarse.
Ahora bien, nuestro mundo pintado de colores puede tornarse gris si lo permitimos. Ese choque tan drástico en nuestra conciencia permite que despertemos y nos enseña que los problemas ya no se basan en si mi amiga me invitó a su cumpleaños o no, más bien se basan en algo más profundo, algo más aterrador, algo nuevo, puede que sea malo, pero nos sirve para crecer como personas y lograr conocernos, conocer cómo actuamos, cómo funciona nuestro mecanismo de defensa, cómo reaccionamos a cada situación. Esto se torna en algo mucho más pesado y complicado para nosotros, porque nunca nadie nos enseñó cómo vivir, nos enseñaron a hacer cosas, a comportarnos de tal forma, a decir cosas, pero no existe un manual que diga cómo solucionar las situaciones. Somos humanos y personas completamente imperfectas y no tenemos que permitir que todo nuestro mundo se torne en algo gris, podemos mantener los colores, pero todo se trata de cómo decidimos reaccionar a cada situación, todo está en nosotros, en cómo le sacamos el provecho, en cómo nos ayuda a mejorar, en cómo la usamos para beneficiarnos y crecer.
En mi opinión, nunca llegamos a alcanzar una madurez total, ni terminamos de desarrollarnos mentalmente. No hay límite de tiempo, siempre hay algo para aprender y mejorar. Tampoco dejamos de crecer nunca, los años pasan tan rápido que cuando menos pensemos vamos a estar graduándonos del colegio, de la universidad o envejeciendo. Por eso, tenemos que apreciar y amar cada etapa de nuestra vida y disfrutarla al máximo. Finalmente llegamos a la conclusión, ¿cuál es la necesidad de nublarnos y pintarnos con tonos grises cuando podemos pintarnos y llenarnos de colores?
La imagen de la portada fue diseñada con IA a través de Midjourney.
Autora
Daniela Espina
Desde hace poco leer y escribir se han convertido en mi hábito favorito ya que estas me permiten encontrar un escape y desenchufe de la realidad. Soy Daniela Espina y hoy te invito a leer mi columna Meraki, que en griego significa hacer algo con creatividad y amor, sumándole una parte de mí y de mi perspectiva.