Estimado lector:

El siguiente relato trata de rescatar la voz silenciada de un personaje ficticio de una de las obras más renombradas del maestro Shakespeare, Macbeth. Dicho personaje ha sido elegido por la autora debido a que guarda una conexión personal con este mítico personaje.

¿Quién soy yo? ¿Seré tan solo un reflejo en un espejo gris? ¿Quién soy yo? ¿Seré tan solo una pobre alma inútil? Me veo reflejada en el agua cristalina y no hago más que ver en mis ojos un futuro incierto. Han matado a la niña del ayer con sus flechas manchadas. ¿Seré acaso una mujer fracturada y corrompida? Quizá no soy nada, ni nadie.

A veces sueño con ser una mariposa para volar lejos, tan lejos de todos y todo. Pero mis alas son inexistentes. Otras veces sueño con ser un pez para nadar contra la corriente. Pero no puedo respirar bajo el agua. Y luego sueño con ser como las luciérnagas, para iluminar las noches sin luna. Pero entonces me doy cuenta de mis fantasías. Mi brillo hace mucho tiempo que se apagó. Y vuelvo a pensar, ¿quién soy?

Dicen que estoy loca, que mis actos son imprudentes. Yo nada más soy una fabricación de sus vicios, de su arrogancia, de su egoísmo. Sí, puedo estar demente, pero estarlo me hace más humana. No estoy dormida en un eterno letargo como antes. He despertado. No perderé más el tiempo en pensar qué está mal y qué está bien, pues para mí se ha vuelto algo relativo. Mi silencio se ha transformado en mi nuevo refugio y seré inmune a sus peticiones codiciosas.

Déjame sola, que mis heridas aún sangran. No necesito tu ayuda, solo necesito tu sigilo. Estoy cansada, tan cansada. Rememoro aquellos días en los que creía que me amabas, que para ti era alguien, algo, aunque fuese tan solo una sombra. Aquellos días en los creía conocerte. ¡Qué torpe fui! Todo fue una ilusión, una mentira. Tú nunca me amaste como yo te amé. Ahora te desconozco, eres un ser malévolo y frío. Y yo, en demencia, aún te amo, después de que me has hecho tanto daño. Puedes quebrantar mi alma en mil pedazos y yo aún seguiría armándola como un rompecabezas, tratando de ignorar toda la dolencia de mi frágil corazón.

¡Destrúyanme! ¡Golpéenme! No hallarán más que polvo, fragmentos de algo que fui. Sin embargo, no me encontrarán, pues mi alma vaga lejos. Vivo, más bien sobrevivo, con un suspiro, una melodía en los labios. Canto historias perdidas de amores desolados. Le grito cada acorde al silencio dentro de mí. Cada palabra me redime de estas cadenas de frustración, aunque sea por unos breves segundos. Huyo de mí misma al cerrar los ojos, mi obscuridad es mi consuelo sagrado.

Los adorno con flores de culpa, de recuerdos, de perdición, mientras yo me corono de flores marchitas. Y me marcho lejos. Recito mi última canción, mi despedida de este mundo terrenal. Subo al árbol frondoso, ese que se alza majestuoso. Al escalarlo me siento de nuevo como aquella niña que había creído muerta. Desde allí el mundo es solamente una alucinación. Pronto despertaré de esta somnolencia y regresaré de nuevo a tus brazos, amor mío.

Trepo a una rama aislada. Contemplo cada detalle del panorama, como si quisiera guardarlo para siempre en mi mente. Escucho un ruido. La rama cae al arroyo. No tengo miedo al descender, pues yo, yo ya estoy muerta. Siento la frescura del agua fría en mi rostro y me dejo derribar suavemente, sin protestar. No existe suplicio alguno. Tengo paz. Mis heridas dejan de sangrar. ¿Quién soy yo? Me pregunto por última vez. ¿Yo?, yo soy Ofelia.

*Imagen de portada: detalle de Ofelia de John Everett Millais, tomada de Daily Art Magazine
(https://www.dailyartmagazine.com/john-everett-millais-ophelia/)

Autora

Sabrina Cabrera

Mi nombre es Sabrina Cabrera. Desde pequeña he vivido ensimismada en los textos de algún libro, absorta en el estudio de sus distintas peculiaridades. Para mí, estos han sido como una especie vestíbulo anómalo donde puedo escuchar la voz entrecortada de personajes, donde el paisaje obtiene cualidades mágicas y cada sensación resulta insólita, donde mis recuerdos se entrelazan de manera bizarra con múltiples historias, panoramas, personajes… Deseo entregarles las llaves de este vestíbulo que en ocasiones parece oculto y monótono, pero que ─una vez descubierto─ resulta repleto de fragmentos ilustres y eternos.

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