Mientras reflexionaba en el tema del presente artículo, quedé un poco decepcionado porque me di cuenta de que lo único que tenía en la mente era una ira profunda hacia la situación de nuestro país. Lo triste para mí, y creo que comparto la misma aflicción con un sinfín de otros chapines a los que realmente les importa Guatemala y reconocen su enorme potencial, es tener que hablar acerca de las duras realidades que esta atraviesa. Realidades que nos han perseguido desde que nuestro país tiene memoria.

Nuestra sociedad vive en pobreza, vive en sufrimiento, vive polarizada, vive con injusticias, vive con abismales faltas de oportunidades y con desigualdades astrales. Uno realmente se pregunta, y lo digo en tono enojado, ¿cómo es posible que estemos así? ¿Cuál es la raíz nefasta de tantos problemas? Y lo más funesto de nuestro caso es que son muchísimas.

Algo que me preocupa es que nuestros últimos gobiernos han sido de tendencia derechista y han comprobado ser, en gran parte, ineficaces en la resolución de los conflictos del país, y no por la perspectiva ideológica, sino por la disfuncionalidad en su máxima expresión de las personas encargadas de hacer verdad sus principios. ¿Estaremos así de mal debido a la corrupción y a la ambición personal de nuestros representantes? ¿O simplemente a la pura ineptitud y burocracia que se da con un gobierno tan grande como el que tenemos hoy en día? Quizás.

Lo que me parece amenazador aquí es que los grupos de oposición política de izquierda han ido aprovechando esta desventaja para adoctrinar al pueblo con sus políticas radicales y cada vez han ido agarrando más ímpetu. El pueblo lo que quiere es un cambio que se pueda ver, un cambio que se sienta y que beneficie a todos y no solo a unos. Como nuestro sistema actual no ha sido nada bien manejado y tiene muchísimas fallas desatendidas, estos grupos izquierdistas populistas están ofreciendo hasta lo imposible, y lastimosamente un gran número de personas están cayendo en sus garras.

Un caso alarmante para mí es que Thelma Cabrera, una candidata a la presidencia de la república que dentro de muchas cosas quiere nacionalizar empresas porque cree que estas violan los derechos de los pueblos, y que además idolatra a personajes como Nicolás Maduro, haya recibido aproximadamente medio millón de votos en las recientes elecciones. Deberíamos de preguntarnos: ¿Qué tanta falta de educación hay en nuestra sociedad para que semejante número de habitantes crean que un gobierno comunista sería lo mejor para nuestro futuro? Es aquí cuando tengo mis dudas acerca de la llamada «democracia» en nuestro país, pero eso quedará para otro artículo…

Está más que comprobado que Guatemala para poder desarrollarse y resolver todos los problemas sociales que, considero yo, toman lugar desde la pobreza necesita elevar por mucho sus niveles de inversión. La inversión nacional, gubernamental y extranjera son la única fuente generadora de trabajo. Todo es una cadena de valor. Cuando hay más inversión, hay más trabajo; cuando hay más trabajo, hay más dinero circulando en la economía; y cuando hay más dinero circulando en la economía, hay más oportunidades para que las personas puedan satisfacer todas sus necesidades.

Lo que es fundamental para ese desarrollo que todos ansían es que el gobierno ponga de su parte. Que abra las puertas a la inversión llevando a cabo estrategias que hagan a Guatemala un país atractivo para invertir en él. ¿Esto qué significa? Significa que no le ponga peros a la iniciativa privada, que invierta en la infraestructura, que construya carreteras masivamente, que desarrolle aeropuertos y puertos, que fortifique el sistema de educación y el sistema sanitario y que refuerce las entidades que velan por la seguridad y la justicia; pero tal vez lo más importante es que le demuestre al mundo que no somos un país tercermundista que se des-desarrolla cada día más con el caos que se vive en la vida política del día a día. Y todas estas acciones sí se pueden cumplir. Para alcanzarlas hay que hacer mucho, pero primero estimo que hay que reducir el tamaño del gobierno, hay que mejorar la comunicación entre los organismos del estado, hay que implementar métodos de auditoría transparentes y abiertos al público para su supervisión, hay que pasar leyes que estimulen la economía, el libre mercado y  que provean estrictamente certeza jurídica, pero tal vez lo primordial para mí sería modificar el presupuesto nacional, porque últimamente solo el 20% de él se ha dirigido a la inversión pública, y el promedio de su ejecución es de apenas 50%. Por eso mismo, es que muy pocas cosas del gobierno funcionan. El resto del presupuesto mayormente es para el «funcionamiento del gobierno», pero no me pregunten por qué tanto, porque les soy honesto, no comprendo.

Nos estaremos preguntando todos hasta cuándo veremos este cambio, hasta cuándo va poder nuestro país salir adelante. Yo espero que sea pronto, pero me tiene intranquilo el no saber cuánto tiempo más nos quedará. El pueblo está realmente agotado de lo mismo y, como lo veo yo, nos quedan dos caminos. Uno hacia una derecha de mano dura, limpia, correcta, de desarrollo para todos y de éxito; y el otro hacia una izquierda de debacle, de miseria, de ruina y de desgracia. El futuro trayecto depende únicamente de nosotros, los verdaderos ciudadanos guatemaltecos y de todo lo que está en nuestras manos para poder proteger a este gran país.

Autor

Juan Diego Castañeda

Soy una persona a la que le gusta pensar un poco diferente que todos los demás. Me gusta ver al mundo, a mi país y a mi vida de múltiples perspectivas diferentes. A mí me satisface considerarme como un pequeño inversionista, un empresario en formación y el futuro presidente de este increíble país. Quiero formar parte del cambio que como país, como cultura y como sociedad tanto necesitamos. Quiero que junto a mi lector hagamos una buena diferencia.

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