A veces me pregunto si es normal
sentir tanto miedo, ese que se acumula
y que se vuelve desesperante después de un rato,
esperando el momento perfecto para atacar.
No sé cómo explicarlo sin sonar débil,
pero la verdad es que me da miedo perderte.
Es como si el mundo se volviera frágil
cada vez que te imagino lejos,
y sé que todo seguiría,
que el sol saldría mañana,
que tendría que ir al colegio,
pero ¿a qué precio?
El día sería el mismo, pero lo que me motiva
eso sería diferente, no existiría,
Habría un vacío en mi corazón,
como una memoria de lo que fue.
Si soy sincero, no he aprendido a convivir con esta inquietud,
a veces se me acumula todo lo que pasa y lo ignoro,
otras veces solo actúo con indiferencia,
pero yo sé la verdad.
Es miedo puro,
un miedo que se engancha a mi pecho
y no me deja respirar.
Pienso en cómo nada sería igual,
cómo los momentos que compartimos
se convertirían en recuerdos
que, aunque fueran la mera,
no tendrían lo mismo que siento con tu presencia,
con tu risa y con nuestras tonterías.
Y no sé si es justo decírtelo,
porque no quiero que te sientas
como una carga,
pero tengo que ser honesto.
Este miedo es parte de mí,
parte de lo que soy cuando estoy contigo.
Y, tal vez, es porque sé
que lo que tenemos es real,
y que las cosas reales
son las que más miedo da perder.
Así que aquí estoy,
abriéndome por completo,
dejándote ver lo que me asusta,
lo que me mantiene despierto
en esas noches silenciosas
cuando todo parece posible,
excepto imaginar un mundo sin ti.
Porque ahora que estoy aquí contigo,
se me hace más difícil ver
una realidad sin ti.