Lo más reciente que ha logrado capturar mi atención es la película La La Land. El musical fue estrenado en 2016 y ganó dos premios Oscar. Una amiga me recomendó la película durante las vacaciones y decidí verla, aunque tenía mis dudas sobre si me iba a gustar. Sin embargo, hubo algo desde el principio de La La Land que me gusto, tal vez fue la actitud del personaje principal, Mía, o la gran gama de colores en la película que se ve en cada escena. La película me gustó desde que comenzó hasta que terminó.

Al principio, parece ser otro típico musical donde dos jóvenes sin ideas claras del futuro se enamoran. Mia, quien busca ser una actriz en Los Ángeles, una ciudad sobrepoblada de actrices con los mismos sueños que ella, se cruza con Sebastián, un pianista que toca en bares por el sueldo mínimo. Ambos tienen la esperanza de algún día ser descubiertos y cumplir el sueño de Hollywood.

Se enamoran después de tener unos primeros encuentros un poco rudos, y comienzan a crear una vida con los dos juntos. Sebastián tiene un trabajo estable en un bar, cuando un amigo se le acerca para intentar formar una banda. La banda tiene éxito rápidamente y comienzan a ir en tours; sin embargo, no están tocando jazz puro, que es lo que Sebastián siempre dijo que quería hacer. Mia le reclama sobre cómo no está siendo fiel a sí mismo y sus valores, lo que crea conflictos en su relación. Rompen después de una pelea porque Sebastián no asistió a la obra que Mia llevaba meses preparando porque fue en busca de un agente.

Vemos el final de una relación de un año en la que ambos tienen que ir por diferentes caminos. Mia no había tenido éxito en ninguna de sus audiciones hasta que un representante llega a buscarla, pero ella había dejado Los Ángeles. Es entonces cuando Sebastián la llega a traer hasta su ciudad natal y la convence de que intente una última audición. Mia va y es casi seguro que conseguirá el rol, que se filmará en Paris. Ambos deciden terminar en buenos términos, pues Sebastián tiene que quedarse e intentar hacer lo que siempre quiso, abrir su propio bar.

Saltamos a cinco años después, cuando vemos a una Mia exitosa con un show mundialmente reconocido rondar las calles de Los Ángeles con su esposo. Es entonces que se cruza con un bar que tiene el mismo logo que ella diseño cinco años antes. Al entrar, encontramos a un Sebastián que también consiguió su sueño de abrir su propio bar. Ambos lograron sus metas por su cuenta. Justo antes de que termine la película nos dan un montaje con «lo que pudo ser», un universo donde ambos trabajan más fuerte por hacer que su relación funcione.

Creo que eso fue lo que más me gustó de La La Land, que no nos da el típico final feliz donde los dos terminan juntos. En vez de eso, nos da un final realista. Un final donde dos personas que se quieren se tienen que dejar ir para poder cumplir sus sueños. Al volverse a encontrar en ese bar, es claro que los dos aun quieren al otro, pero han crecido como personas y simplemente ya no están en el mismo punto que una vez estuvieron. El montaje de «lo que pudo ser» solo refleja todos esos posibles escenarios que serían más fáciles de imaginar donde si terminan juntos. Pero no se puede vivir en un «lo que pudo pasar»; por eso creo que aun así vemos paz con la decisión que ellos tomaron cinco años posteriores de dejarse ir para cumplir sus metas. La La Land es una de esas películas que duele por lo realísticamente hermosa que es.

Autora

Elizabeth Magaña

¡Hola! Mi nombre es Elizabeth y soy una estudiante de Tercero Básico. Me ha interesado la literatura desde los ocho años cuando leí Harry Potter. Me gusta la música, escribir y leer. Considero la literatura una manera de expresar lo que sentimos y cómo vemos al mundo. Este es un espacio donde hablaré del último tema que logró captar mi atención, desde música, libros, películas o experiencias. Y diré la manera en que me han afectado.

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