A veces, las cosas pasan cuando menos se espera. Vienen como un susurro en el viento que no siempre queremos escuchar. A veces, llegan tan claras como un grito en el oído, imposible de ignorar. Las cosas van y vienen, como un columpio. Hay cosas que no podemos ignorar, cosas que consumen nuestra vida y alma de una manera que no podemos explicar.
A mí me llegó en forma de poema. Una melodía en mi mente que no podía simplemente ignorar. Quería volverse arte, quería ser romántico. Quiso consumir mi alma y, de ella, sacar suavemente las palabras exactas para convertirse en un poema dramático. Lo leí, queriendo entenderlo, sin comprender que existía para enamorar, existía para alegrar.
El ritmo de mi mente no se va. Me persigue en el viento, cuando las hojas aúllan. Lo encuentro en el calor de un abrazo. Entra en mi mente cuando siento que ya no puedo escribir más. Va y viene sin cesar, y yo soy inútil al negarme su besar. Lo escucho en el silencio más puro, cuando nada consume a la Tierra, y las estrellas deciden salir. Ya es una parte de mí, imposible echarme para atrás o decidir callarla.
No quiero decir ni siquiera que lo escribí yo. Vino ya como es, vino como la forma de arte más pura y como el poema más lindo. Vino con sus rimas y versos, de una manera que nadie puede definir. Vino, y quien sea que lo lea se enamora, se embriaga y lo controla. Una fuerza imparable, tan romántica e indomable.
Pero no me importa. No me importa que tenga que leerlo a diario, intentar entenderlo. No me importa que cambie todos los días y que al día siguiente no lo reconozca. No me importa si me enamora a diario con sus palabras. No pienso pararlo. No pienso prohibir que exista, prohibir que me invada. Igual sería imposible, porque no importa qué haga, vuelve a mi mente, vuelve a ser arte.
Llegó en el momento justo. Sin apuros ni carreras. Llegó y se sentó a esperar para que pudiera escucharlo, leerlo y entenderlo. No había otro momento ni otro poema que pudiera ser tan exacto y preciso. Me vino, aparte, como arte. No vino en forma de deporte o de estadísticas, vino en forma de arte. Vino de la manera en que yo pudiera entenderlo y en la que pudiera entenderme a mí. Tan perfecto, tan increíble.
Entonces, lo que no esperaba vino. Vino en un poema interminable, indomable y apasionante. Vino en un cerrar de ojos, en un momento ciego, y abrió ojos. No sé qué habré hecho para que haya llegado y se haya quedado, pero no se me olvida lo perfecto que fue. No sé si fue el momento, el arte o simplemente el tiempo, pero este es el mejor cuento que puedo contar.
La imagen de la portada fue diseñada con IA a través de MagicSchool.
Autora:

Camila Cordón
Soy Camila Cordón. Vengo de escritores y lectores; de personas que conectan con las letras. Creo que todos escribimos eso que necesitamos que nos escuchen o que no podemos decir en voz alta. Conecto con la escritura porque es mi manera de ser la versión más genuina de mí. Espero que lo que escriba haga sentir algo a alguien, porque eso es todo lo que quiero.