Ahora es el momento indicado para hacer realidad cualquier pensamiento e impulso. De no ser así, podrías terminar no solo con arrepentimiento que te consumirá por el resto de tu vida, sino que también con manos manchadas de sangre. Imagínate de anciano en la camilla de un hospital a punto de dejar este mundo, ¿quisieras morir con un deseo ardiente en el corazón de haber tomado más decisiones de riesgo? Es como la cera derretida por una vela que nunca se sopló, pues el fuego en una espera interminable derritió esa vela, en la espera de que tomes ese salto, esa decisión de apagar esa vela y pasar a la siguiente, la siguiente y la siguiente, decisión por decisión y riesgo por riesgo.

¿Para qué son las experiencias, si no es para contarlas? Más bien, podría decirse que son para la propia satisfacción, para recordarnos que estamos vivos, que somos individuos con el poder de tomar el control de nuestra vida en una infinidad de sentidos posibles. ¿Te has puesto a pensar por qué en las películas o en los libros eligen específicamente ese fragmento de la vida de los personajes principales para contarlo? La respuesta es un tanto obvia: ese fragmento de su vida es aquel que más vale la pena de contar. ¿Por qué? Por el conflicto, la emoción, la adrenalina, la adversidad, la superación: por ser el pico de su historia. Sin embargo, la vida no debería de compararse con una película o un libro, pues ambos abarcan una sola historia de muchas. Claro, es comprensible que, hasta ahora, tu vida no sea una llena de cambios inesperados y aventuras de vida o muerte ─aunque esperaría que después de leerme, esto cambie– pero si hay algo de lo que estoy segura es que la clave está en que tú decides cómo vuelves tu vida en algo digno para contar. Así, se crea una infinidad de posibles libros y películas de nada más y nada menos que de tu propia vida, construida por cada una de las decisiones que tomes fuera de tu rutina y de tu zona de confort. Aunque esto no es nada más que una comparación, es un pensamiento que me ha impulsado a salir de ahí y que podría impulsarte a ti también.  De paso, tu vida podría ser una que mueva la vida de otros.

}Es verdad cuando se dice que el futuro es tan incierto, en constante movimiento, no sabes si estarás o no mañana, tus padres, tu familia, tus amigos e, incluso, la señora que estuvo delante de ti en la cola de la caja en el supermercado. ¿A qué voy con esto? Sigue tus impulsos, arriésgate, ¿que si puedes regarla? Obviamente, pero ¿prefieres arrepentirte de haber sido tú y solo tú el que haya tomado sus decisiones –buenas o malas, astutas o estúpidas– o vivir con un dolor en el pecho, con un recordatorio de que no te atreviste a vivir lo suficiente?

Ahora bien, ¿a qué iba con las manos manchadas de sangre? Hasta ahora solo he hablado sobre cómo debemos tomar las riendas de nuestra propia vida por el simple hecho de querer vivirla y que sea digna de contar. Sin embargo, cada decisión puede costar un pedacito de la vida de otros. Está en ti si quieres convertirte –ya sea de forma directa o indirecta– en una bendición o en una maldición para otros. Peor aún, está en ti si quieres ser totalmente irrelevante, pues la indiferencia es peor enemigo que elegir el mal de por sí, pues convertirse en una persona indiferente es sinónimo de ser nadie y dejar de vivir. Ahora sí, así como cada decisión afecta, no tomar ninguna decisión –es decir, ser indiferentes– también.

Quien sea que lea esto, estoy segura de que en más de alguna ocasión ha sido víctima del fenómeno de la procrastinación. Hay infinitas causas de este fenómeno, pero la principal, en el caso de aquellos que todavía nos importa, es el miedo a fallar y a no ser suficientes. Otra razón es haber permitido que el ruido del mundo nos distraiga de lo que realmente importa. Un ejemplo, un amigo, hace poco, pidió oraciones por su padre, pues estaba hospitalizado por efectos post COVID-19. Cuando leí su petición, iba en el carro con una amiga. Solamente pensé, «cuando llegue a casa, pediré por él», tonta yo, dejándome caer entre las garras de la procrastinación, una vez más. Lo que no pensé fue en que muy seguramente esa petición era un socorro necesario para aquel instante, el papá de mi amigo podría haber estado entre la vida y la muerte en ese preciso momento. Justamente, llegué a casa y me llegó la noticia de que el padre de mi amigo había fallecido hacía unos minutos. Hoy, solamente pienso, ¿y si hubiera pedido a Dios por su vida en ese instante? Pues el poder de nuestro pensamiento y nuestras palabras son más fuertes de lo que creemos. La posibilidad de que pudiese haber intercedido por su vida con una oración me consume de culpa, de tal forma que puedo sentir la sangre en mis manos. Así como yo decidí ser víctima de la procrastinación para hacer una simple oración en un momento crucial, muchas veces, sino es que todos los días, caemos en un pensamiento basado en el fenómeno de la procrastinación, uno conformista y, simplemente, una cobardía; una muestra de indiferencia, que da paso a que la vida se te escape, habiendo tenido todas las oportunidades para tomar control, para vivir de verdad y, de paso, afectar la vida de otros.

No caigas en el fenómeno de la procrastinación, huye de la indiferencia, de lo contario, terminarás con sangre en tus manos y no solo de la vida ajena, sino que de la tuya también; esto, por no haber vivido lo suficiente, culpa de la cobardía, habiendo tenido todas las oportunidades necesarias para hacerlo. Atrévete, la vida es un constante ahora o nunca.

Autora

Nicole Rosal González

¡Hola! Me llamo Nicole Rosal y estoy en Quinto Bachillerato. Como tú, soy mucho más que mi nombre. Soy una persona con mente abierta, apasionada e independiente. Vivo con una mentalidad: cuando crezca, quiero poder mirar atrás y saber que todo valió la pena. Soy una de las personas muy flexibles en torno a mis gustos. Me encanta la música clásica, el blues y el jazz, pero también adoro el rock y el pop, incluso me gusta el rap; estoy loca por los libros y, a la vez, me gusta ver películas o series de televisión; me gusta hacer deporte, al igual que jugar videojuegos. En fin, háblame de cualquier cosa, que seguro me parecerá fascinante.

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